Antes de la invención de la brújula, la orientación en el mar dependía principalmente de la posición de los cuerpos celestes. Durante miles de años, los navegantes se guiaban por el sol y las estrellas. En el hemisferio norte, los marineros se valían de la Estrella Polar para determinar el norte y orientarse en alta mar. Si podían divisar la Estrella Polar, sabían en qué dirección se dirigían. Sin embargo, este método tenía claras limitaciones, ya que solo era útil de noche y con cielos despejados.
Brújulas para la adivinación
El mineral de hierro magnetizado de forma natural, conocido como magnetita o piedra imán, parece haber sido descubierto por primera vez en lo que hoy es China. Si no estaba afectado por la gravedad ni la fricción, se observó que este material se alineaba en un eje norte-sur. Durante la dinastía Han en China, entre los años 300 y 200 a.C., se fabricaban brújulas, pero curiosamente no se utilizaban para navegar, sino para prácticas adivinatorias.
No es difícil imaginar que la piedra imán fuese considerada un objeto mágico; por ello, las primeras brújulas servían como herramientas de geomancia, utilizadas para predecir el futuro. También desempeñaban un papel fundamental en el feng shui, el arte de armonizar espacios alineando elementos según los puntos cardinales.

Primeras brújulas de navegación
En la época de la dinastía Tang (siglo VII), los eruditos chinos idearon una manera de imantar agujas de hierro frotándolas con magnetita. Descubrieron también que una aguja enfriada tras estar al rojo vivo y orientada en la dirección norte-sur adquiría propiedades magnéticas. Estas brújulas de aguja más perfeccionadas podían flotar en agua (brújula húmeda) o colocarse sobre un eje o colgarlas de un hilo de seda (brújula seca). Su portabilidad las hacía ideales para la navegación.



Marineros europeos
A partir del siglo XIV, las brújulas magnéticas se extendieron por Europa y Oriente Medio. Aunque algunos historiadores afirman que los europeos inventaron de forma independiente la brújula magnética siglos después de los chinos, la mayoría coincide en que fue el conocimiento chino transmitido a los musulmanes y, a través de ellos, a los europeos.
De cualquier modo, la llegada de la brújula supuso un avance crucial para la navegación marítima, que hasta entonces dependía del sol o las estrellas. Gracias a la brújula, la navegación pasó a ser posible durante todo el año, y no solo en los meses más benignos.

La Era de los Descubrimientos
Con una brújula en mano, los marineros europeos pudieron aventurarse por mares abiertos, más allá de la vista de tierra. La brújula fue clave para que se iniciara la Era de los Descubrimientos, una época de exploración global protagonizada por europeos, que abarcó aproximadamente desde el siglo XV hasta el XVIII.
Durante este periodo, navegantes y comerciantes trazaron rutas hacia China, Japón y las islas de Indonesia, iniciando el comercio de seda, té y especias. También fue la época en que los conquistadores españoles se encontraron con las civilizaciones azteca e inca en América Central y del Sur, y los exploradores descubrieron la riqueza natural de Norteamérica. El incremento de los viajes marítimos y las rutas comerciales, facilitados por la brújula, condujo a la colonización europea de América.

La Cruzada Magnética
Ya en el siglo XVI, brújulas y cartas náuticas eran herramientas imprescindibles en los barcos. Sin embargo, los navegantes notaban que sus brújulas a veces no coincidían con la Estrella Polar: no siempre indicaban el norte verdadero.
Durante el siglo XV, los navegantes comprendieron que la aguja de la brújula no apunta exactamente al Polo Norte, sino a un punto cercano; en Europa, la aguja señalaba ligeramente al este del norte real. Para solucionar este problema, los británicos adoptaron brújulas meridianas convencionales, en las que el norte del dial y el “norte de la aguja” coincidían al pasar por un punto concreto en Cornualles, Inglaterra.
Los científicos empezaron a preguntarse qué causaba esta desviación, llamada ‘declinación magnética’.
En la década de 1830, científicos británicos emprendieron lo que se conoció como la Cruzada Magnética. Fue una oportunidad para que los científicos victorianos recorrieran el mundo midiendo las variaciones magnéticas. El objetivo era ayudar a los barcos en la navegación y comprender mejor por qué el campo magnético terrestre cambia con el tiempo y el lugar.

Mejoras técnicas
A lo largo de los siglos se han realizado numerosas mejoras técnicas en la brújula magnética. Muchas de ellas fueron impulsadas por los británicos, cuyo imperio se sostenía en el poder naval y la fiabilidad de los instrumentos de navegación.
En el siglo XIII, la aguja de la brújula se montó sobre un pivote en el fondo del recipiente. Al principio, solo se marcaban el norte y el sur, pero más tarde se añadieron los otros 30 puntos principales que conocemos hoy en día.
La rosa de los vientos
Los 32 puntos cardinales se dibujaron originalmente para indicar los vientos y eran empleados por los marineros en la navegación. Representaban los ocho vientos principales, los ocho medios vientos y los 16 cuartos de viento. Aquí pueden verse todos los puntos, sus grados y nombres.

En las primeras rosas de los vientos, los ocho vientos principales se identificaban con una letra inicial sobre la línea que marcaba su nombre, como hacemos hoy con N (norte), E (este), S (sur) y O (oeste). En la época de las exploraciones portuguesas y de Cristóbal Colón, la rosa mostraba una flor de lis en lugar de la letra T (de tramontana, el viento del norte) y una cruz en vez de la letra L (de levante) que marcaba el este, señalando la dirección de Tierra Santa.
A Flavio Gioja (fl. 1302), piloto marino italiano, se le atribuye a menudo la perfección de la brújula náutica al suspender la aguja sobre un diseño de flor de lis que apuntaba al norte. También protegió la aguja dentro de una pequeña caja con tapa de cristal.

La brújula moderna de líquido
A diferencia de las brújulas secas, que se veían afectadas fácilmente por golpes y vibraciones, las brújulas rellenas de líquido sufrían fugas y eran difíciles de reparar. Ningún modelo se impuso claramente hasta 1862, cuando se fabricó la primera brújula de líquido con un sistema de fuelles que se expandían y contraían con el líquido, evitando la mayoría de las fugas. Gracias a estas mejoras, las brújulas de líquido reemplazaron a las secas a finales del siglo XIX.
En 1936, Tuomas Vohlonen, de Finlandia, inventó y patentó la primera brújula portátil de líquido realmente exitosa para uso individual.

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